OPINIÓN
Del Plato a la Boca ..
Por: La Purga
En México, basta una foto para incendiar las redes y abrir el debate nacional. Esta semana, el protagonista fue Alejo Sánchez, alcalde de Tolimán, Querétaro, quien apareció en una imagen luciendo lo que muchos aseguraron era un reloj Rolex. No hizo falta más: medios, tuiteros y opinadores pusieron el grito en el cielo.
¿Un funcionario público usando un reloj de lujo? En tiempos donde la austeridad se presume como virtud política, cualquier símbolo de opulencia puede ser explosivo. Pero la historia tomó un giro inesperado cuando el propio alcalde salió a explicar: “No es un Rolex. Es un regalo de unos niños de primaria”.
Según su versión, el reloj fue un obsequio de agradecimiento de parte de estudiantes locales, y ni siquiera sabe la marca. Para él, el valor es sentimental, no monetario.
Aquí vale la pena hacer una pausa. ¿Por qué un reloj —que bien podría ser una imitación, un regalo barato o simplemente un accesorio común— generó tanta polémica? La respuesta es simple: en la política, las apariencias pesan tanto como los hechos.
Los ciudadanos están cansados de los excesos y la opacidad. Por eso, cualquier imagen que sugiera lujo o privilegio activa las alarmas. Incluso si, como en este caso, todo resulta ser un malentendido.
Sin embargo, también debemos preguntarnos si no estamos cayendo en el juego del escándalo fácil. ¿No deberíamos enfocarnos más en evaluar a los funcionarios por su trabajo que por sus accesorios? ¿O acaso un reloj —real o no— dice más sobre un alcalde que sus decisiones, su cercanía con la gente o su compromiso con su comunidad?
Alejo Sánchez tuvo que salir a aclarar algo que, en otro país, tal vez ni merecería atención. Pero así estamos: con una lupa sobre cada detalle, incluso si es un reloj regalado por niños.
Al final, este episodio nos deja una lección: los símbolos importan, sí, pero no más que las acciones. Y también nos recuerda que, como ciudadanos, debemos exigir transparencia y honestidad, pero sin perder el foco ni dejarnos llevar por el ruido superficial.
Porque si vamos a criticar, hagámoslo con razones de peso. No solo por lo que se ve en la muñeca de un alcalde.