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Salió en la mañana de este martes a condenar lo ocurrido y repetir la sempiterna frase de “caerá todo el peso de la ley sobre los culpables”, la tensión sigue al rojo vivo, sobre todo en Cali, epicentro de las revueltas más violentas.
Tampoco ayudó a calmar los ánimos la falta de avances en la reunión que sostuvieron el lunes el Presidente y el Comité Nacional del Paro en Casa Nariño. Los delegados de los grandes sindicatos, así como los representantes de diferentes movimientos sociales, adujeron que no hubo acercamiento alguno porque no sintieron “empatía” del Presidente hacia sus preocupaciones.
Pero hasta este martes, al filo de la medianoche, el Comisionado de Paz, Miguel Ceballos, anunció que el gobierno aceptaba una de las primeras condiciones impuestas por el Comité. En lugar de solo “dialogar”, como el Ejecutivo proponía, “negociarán” el listado de reivindicaciones. Ese paso, sin embargo, no ha sido suficiente para evitar la convocatoria a nuevas movilizaciones en todo el país para mañana miércoles.
Tampoco logró convencerles para levantar las barricadas en las carreteras, que tienen asfixiada a la economía de buena parte de Colombia. Pero establecerán corredores humanitarios en algunas a fin de permitir el paso de alimentos y material médico. En otras, los que se erigen en jefes del corte de la vía, imponen sus propias reglas, como aceptar que los agricultores transiten y vendan sus propios productos siempre y cuando no tengan por destino intermediarios ni supermercados.
Convencer a los principales interlocutores de los paros no es el único reto de Duque. En Bucaramanga, los estudiantes de dos Universidades públicas, líderes de las manifestaciones en la capital del norteño departamento de Santander, declararon que ellos requieren mesas aparte, que no les representa el mencionado Comité.
Y en el adyacente departamento de Norte de Santander, donde el ELN y las FARC son muy fuertes, miles de labriegos, cocaleros en buena medida, han comenzado a concentrarse para interrumpir las troncales y marchar hacia su capital, Cúcuta, fronteriza con Venezuela. Ese tipo de manifestaciones son más complejas de confrontar porque intervienen sindicatos ligados a las guerrillas y fuerzan a los habitantes a participar todo el tiempo que les convenga.
Igual ocurre en Cauca, limítrofe con el Valle del Cauca. Las FARC han obligado a los campesinos a desplazarse hacia Cali, aunque la intervención del Ejército y la Policía Nacional les ha cortado el paso en algunos puntos. También han conseguido retirar diecisiete bloqueos, instalados dentro de la ciudad, para intentar que recupere algo de la normalidad. El general Fernando Murillo, director de la DIJIN (inteligencia policial) relató que salvo en el barrio Meléndez, que ha sido muy conflictivo desde el inicio, lograron despejar las calles por medio del diálogo.
COLAPSO EN LOS HOSPITALES
“En 13 días de protestas, terroristas infiltrados en marchas han dejado 849 policías lesionados”, escribía en Twitter el ministro de Defensa, Diego Molano, refiriéndose a todo el país.
Agregaba una larga lista de daños: 1.362 bloqueos; 1.052 vehículos y 156 estaciones de transporte público vandalizados, la misma suerte que corrieron 421 sucursales bancarias, 87 gasolineras y 305 establecimientos comerciales, entre otros.