Redacción
Todo parece indicar que Rusia está midiendo hasta dónde está dispuesta a llegar la OTAN, luego de una serie de provocaciones que involucran drones y aviones de combate.
En un periodo de una semana, el tráfico aéreo de Dinamarca se vio afectado por la presencia de drones. Primero la capital, Copenhague, y luego en dos ocasiones el aeropuerto de Aalborg, la cuarta ciudad más grande del reinado danés.
Así lo describió la primera ministra danesa, Mette Frederiksen
“Lo considero como un serio ataque contra la infraestructura crítica de Dinamarca”.
Oslo, la capital de Noruega, también registró un incidente similar. En tanto que Estonia reportó que tres aviones de combate rusos violaron su espacio aéreo.
Estos incidentes se suman a otros incidentes denunciados previamente por Polonia y Rumania.
Los expertos en defensa comienzan a plantearse preguntas sobre la cuestión: ¿Cómo es que estos objetos pueden entrar en el espacio aéreo sin ser detectados? ¿Y por qué es tan difícil echarlos abajo?
Una de las respuestas está en que los objetos voladores han aumentado enormemente y la vigilancia satelital civil se ha focalizado en objetos voladores de gran tamaño.
Por otro lado, los drones pequeños pueden volar a baja altura y permanecer fuera del campo de visión de los radares.
Así que no poder saber con certeza si son o no drones, ilustra lo difícil que es evaluar la situación y tomar una decisión.
Por otro lado, en el rubro militar, la red de sensores sigue siendo limitada en el frente este de la OTAN. Hay rezago tanto en el mar como en tierra.
Y en cuanto a los sistemas de intervención, el caso polaco ilustró que la OTAN sigue utilizando medios clásicos de intervención, como los aviones de combate F16 y los F35, que no son aptos para cazar drones pequeños, ni tampoco están en condiciones de intervenir en entornos densamente poblados.
También está el factor económico. Poner a volar un F16 sale en decenas de miles de euros y disparar un misil cuesta 100 mil euros.
Otra limitante es que no pueden emplearse técnicas militares clásicas de interrupción de drones, porque ni Dinamarca, ni Polonia están en guerra.
Ucrania utiliza campos electromagnéticos para derribar drones y ha resultado ser un método exitoso para proteger a sus tropas que están en el frente de batalla.
Pero este sistema de interferencia no puede aplicarse en las inmediaciones de los aeropuertos porque podría interrumpir las comunicaciones por radio. Además, existe el riesgo de hackeo.
La alternativa, es usar drones propios para enfrentar a los artefactos enemigos, pero eso también es una solución compleja.
Los drones del presidente Vladimir Putin parecen formar parte de un juego psicológico, en el que se quiere hacer dudar a los europeos de su propia seguridad.
La guerra híbrida, que estaba en la sombra, sale poco a poco a la luz de todos.