Redacción
A primera vista, la Mansión Playboy era sinónimo de lujo, fiestas interminables y fama mundial. Sin embargo, para las gemelas Karissa y Kristina Shannon, hoy de 35 años, ese escenario brillante escondía situaciones de miedo, celos y traición que marcaron su juventud.
Playboy las descubrió con solo 16 años; dos años después se mudaron a Los Ángeles para convertirse en Playmates y coprotagonistas de The Girls Next Door, el reality que mostraba la vida junto a Hugh Hefner.
Muy pronto, el glamour se transformó en presión extrema: las Shannon eran de las pocas residentes “naturales”, sin cirugías, y aseguran haber recibido burlas constantes de otras novias del magnate.
Un ambiente tóxico y sin protección
Durante las conocidas “noches de dormitorio”, Hefner insistía en mantener relaciones sexuales sin preservativo, relatan. El resultado fue un brote de clamidia dentro de la mansión.
“Solo teníamos 18 años y estábamos aterradas”, recuerda Kristina. Las jóvenes, enfrentadas a la normalización del sexo sin protección, alzaron la voz, pero sus quejas fueron ignoradas.
Aun así, aguantaron el escrutinio mediático y la rivalidad interna porque aparecer en la revista y el programa de TV era, aparentemente, la oportunidad de sus vidas.
Embarazo no deseado y pérdida de identidad
La situación llegó al límite cuando Karissa quedó embarazada a los 20 años. Temerosa de que Hefner reclamara la paternidad o de convertir el embarazo en espectáculo, optó por abortar en secreto.
Días después tuvo que grabar promociones sonrientes para la cadena E! sin mostrar dolor. “Pasamos mucho miedo. De verdad, porque perdimos quiénes éramos”, confiesa Kristina. La partida definitiva ocurrió en agosto de 2010, cuando, con 22 años, abandonaron la mansión sintiéndose vacías, con problemas de salud mental y adicciones.
Reintegrarse al mundo real implicó terapia, distanciarse del alcohol y, sobre todo, reconstruir su autoestima lejos del emblema del conejito.
Hoy, las gemelas relatan su historia en la Mansión Playboy para advertir sobre los peligros de idealizar la fama y para reclamar reformas en la industria del entretenimiento adulto. Su testimonio arroja luz sobre la cultura de silencio que rodeó a Playboy durante décadas y recuerda que, tras la fachada del glamour, hubo mujeres muy jóvenes pagando un precio demasiado alto.