Redacción
Lo que debía ser una noche de fútbol terminó en una jornada marcada por la violencia. El partido entre Independiente y Universidad de Chile, correspondiente a la vuelta de los octavos de final de la Copa Sudamericana, fue suspendido tras una serie de incidentes graves que dejaron alrededor de 90 heridos, varios de ellos de consideración.
Un operativo fallido
El descontrol comenzó en el estadio Libertadores de América–Ricardo Enrique Bochini cuando cerca de 3 mil aficionados de Universidad de Chile fueron ubicados en la tribuna Pavoni alta, sin ningún tipo de vallado o separación que evitara el lanzamiento de proyectiles hacia los hinchas locales situados en la bandeja inferior.
La falta de previsión en el operativo de seguridad de la Agencia de Prevención de la Violencia en el Deporte (Aprevide), que dispuso 800 efectivos, se volvió evidente desde el primer tiempo, cuando comenzaron a caer trozos de mampostería, butacas y otros objetos desde el sector visitante.
Escalada de violencia y suspensión
La situación se agravó en el inicio del segundo tiempo. El árbitro uruguayo Gustavo Tejera detuvo el partido a los dos minutos al ver que el lanzamiento de objetos era incesante.
Pese a los llamados por altavoces a desalojar la tribuna visitante, un núcleo de alrededor de 30 aficionados chilenos permaneció en el lugar. Fue entonces cuando grupos de la barra brava local ingresaron a la zona para enfrentarlos directamente, generando escenas de golpizas brutales y personas que se arrojaban desde lo alto para escapar.
La policía nunca intervino en la tribuna y la evacuación quedó a cargo de los propios hinchas, mientras personal médico asistía a los heridos más graves, trasladados luego al hospital Fiorito.
Jugadores sin poder calmar a su gente
Durante el caos, los futbolistas de Universidad de Chile intentaron en varias ocasiones pedir calma a sus aficionados, pero no lograron detener los ataques. La barra brava del club chileno ya arrastraba antecedentes de incidentes en torneos continentales, y la Conmebol analiza aplicar nuevas sanciones.
Lo poco de fútbol que se jugó
Antes de que la violencia opacara todo, se jugaron 45 minutos. La U abrió el marcador al minuto 10 con gol de Lucas Assadi tras asistencia de Lucas Di Yorio. Independiente empató a los 27 gracias a un zurdazo de Santiago Montiel, tras una jugada de Gabriel Ávalos. Con ese resultado, al Rojo aún le faltaba un gol para forzar los penales, pero el fútbol se detuvo para dar paso al desastre.
Un final que preocupa a Sudamérica
La imagen que dejó la noche en Avellaneda es la de un fútbol continental sitiado por la violencia. A pesar de los 800 policías desplegados, la falta de acción permitió escenas de barbarie que retroceden el calendario a los tiempos más oscuros de las copas internacionales.
La Conmebol deberá definir ahora si el partido se reprograma, si se da por concluido o si se aplican sanciones ejemplares. Lo cierto es que la pelota dejó de rodar y, otra vez, la violencia ganó el protagonismo.

