Redacción
Nueve meses después de su fallecimiento, Fernando Valenzuela ha quedado inmortalizado en el Dodger Stadium, no solo por sus hazañas en el diamante, sino ahora también en un vibrante mural que celebra su legado dentro y fuera del béisbol. La obra, pintada por el artista mexicano-estadounidense Robert Vargas, fue inaugurada este sábado en el nivel de los palcos del estadio, y es una explosión de color, historia y pertenencia.
En el mural, Valenzuela aparece inclinando la gorra hacia el cielo, con una camiseta de los Dodgers en colores de la bandera mexicana —mangas verde y roja, con el centro blanco—. A los costados, dos imágenes de su icónica postura como lanzador evocan la época en la que el joven nacido en Etchohuaquila, Sonora, transformó el rostro del béisbol estadounidense.
Vargas explicó que su intención fue capturar más que al jugador: “Lo que hizo en la comunidad es lo que más resuena para mí, no sólo el jugador, sino el hombre, la persona que era”. El mural busca, además, dar un mensaje claro: la comunidad latina siempre ha tenido un lugar dentro de las paredes del Dodger Stadium. “Me pareció muy importante mostrar que la comunidad latina tiene y ha tenido un lugar entre estas paredes”, agregó el artista.
Valenzuela, conocido como «El Toro», se convirtió en un fenómeno cultural desde su temporada histórica en 1981, cuando ganó el premio al Novato del Año y el Cy Young. Fue el primer gran ídolo latino de los Dodgers, y su éxito provocó una conexión sin precedentes entre el equipo y la comunidad mexicano-estadounidense de Los Ángeles. Fue el inicio de la «fernandomanía», una época en la que cada apertura del número 34 era un evento multitudinario, lleno de orgullo, esperanza y representación.
Para muchos, ver el mural es una experiencia emocional. Claudio Campo, quien viajó desde Phoenix con su hijo para celebrar su cumpleaños número 11, no pudo evitar conmoverse al ver el homenaje. “Era un elemento básico para la gente que no tenía nada, y de donde él venía demostró que todo es posible”, dijo. Campo lleva tatuado el apodo de Valenzuela en el brazo: «El Toro».
Otros fanáticos, como Dulce González, compartieron sentimientos similares. “Fue el primer jugador latino con el que realmente pude conectar y del que me sentí orgullosa”, dijo mientras mostraba su camiseta con el apellido Valenzuela. Su hijo, Nicolás, vestido con una camiseta especial de herencia mexicana, expresó que la figura de Valenzuela ayudó a cerrar heridas históricas, aludiendo al desalojo de familias mexicano-americanas de Chavez Ravine antes de la construcción del estadio. “Representó el triunfo sobre la adversidad”, afirmó.
Hoy, ese legado queda plasmado en la pared del estadio como símbolo de identidad, resistencia y unidad. El mural de Fernando Valenzuela no solo honra a un ícono deportivo, sino que revalida la historia de una comunidad que encontró, en un joven zurdo de Sonora, una forma de verse reflejada en el sueño americano.