Redacción
Eterna fue la corrida de ayer en Aguascalientes, con más de cuatro horas de duración, diez toros que salieron al ruedo, nueve lidiados, tres de ellos de regalo, a los que al final sólo se les cortaron dos orejas. Una, en la lidia ordinaria, para Diego Sánchez, quien mantuvo su ritmo triunfal; y otra, para la figura francesa Sebastián Castella, que anduvo con oficio y experiencia, lo que el público celebró con el cariño que ya desde hace 14 años tiene para con el galo.
El queretano Octavio García ‘El Payo’ trajo el santo de espaldas. Su primero, de José Barba, prácticamente le duró menos que un suspiro. Su segundo fue devuelto, pues se estrelló en un burladero y, aunque aparentemente no se le aflojó el pitón y no quedó inutilizado, el juez se lo cambió ante la molestia del torero que lidió al sustituto de Montecristo, que tampoco le sirvió. Luego, regaló uno de Jaral de Peñas, que al no ser lo que esperaba ‘El Payo’, ya muy mermado anímicamente, abrevió, no pudiendo refrendar aquella inolvidable faena y actuación de hace un año. Sin embargo, el público vio que por el queretano no quedó, y lo sacaron al tercio.
De los tres toros de regalo que alargaron en demasía la corrida, sólo a Sebastián Castella le funcionó. El de Montecristo que tuvo bondad, porque Sebastián le dio un tratamiento increíblemente adecuado, echando mano de su experiencia y oficio, le permitió cortar oreja con una faena de mucho mérito, pero también de muletazos profundos, de calidad sobre todo por el lado derecho, el mejor del astado que terminó siendo agradecido con un torero que lo mimó y cuidó como a un niño. Luego de la oreja bien ganada, por cierto la 18 que corta aquí, el francés estaba contento, primero porque pudo retribuir al público, que al unísono le pidió que regalara el astado, la muestra del cariño de sus 21 actuaciones que ayer cumplió en esta Monumental de Aguascalientes desde su debut en 2011.
Segundo, y más importante que en sus dos primeros de José Barba, anduvo en maestro, pese al viento con su primero que no terminó por entregarse, y a su segundo que tuvo raza. Le hizo una faena valiente de toques y andar por la cara caminándole toreramente a un astado que, en cualquier momento le pegaba un susto, lo que por fortuna no sucedió.
El hidrocálido Diego Sánchez había sido ya el triunfador al cortar el único trofeo de la lidia ordinaria a su primero y, aunque la estocada no fue precisamente buena, el público insistió al juez en que se la diera, premiando una faena de mucho aguante. El astado de Barba tuvo nobleza, pero hubo que aguantarle la embestida despaciosa y Diego lo hizo con determinación, convicción y entrega, por lo que sus muletazos valieron ese trofeo, que tuvo algunos cuestionamientos. Firme, como en su primera tarde, volvió a estar.
En su segundo confirmó su gran momento. Hubo sitio, firmeza, entrega, pese a que el astado que no fue malo, tampoco se inclinó para el otro lado, pero al que le estructuró una faena meritoria, variada y no exenta de pases largos de buena factura. Si no lo pincha le habría cortado otra oreja, y la necesidad del regalo de un toro, de Santa Inés, que resultó deslucido; no habría sido necesaria, sin embargo, se entiende que Sánchez no quiera dejar pasar ninguna oportunidad, y menos cuando puntúa todas las tardes, sólo que a veces el forzar las cosas, te cuesta más de lo que te da, pero para ‘sabios… Salomón’.