Redacción
Un ambiente caótico, marcado por el exceso y las adicciones, fue el escenario en el que se rodó Popeye, la película infantil de 1980 protagonizada por Robin Williams y Shelley Duvall. Lo que parecía una producción colorida e inocente, escondía detrás de cámaras una historia completamente distinta, que ha sido recientemente revelada por figuras clave del proyecto.
¿Cómo era realmente el ambiente en el set de Popeye?
La producción de Popeye, dirigida por Robert Altman y filmada en la isla europea de Malta, fue un desfile constante de drogas, especialmente cocaína, según declaró Barry Diller, entonces director ejecutivo de Paramount Pictures.
La magnitud del consumo era tal que incluso las latas en las que se enviaban las cintas de la película eran utilizadas para transportar droga entre el set y Los Ángeles.
“Todos estaban drogados”, añadió Diller, quien incluso aseguró que los efectos del consumo podían notarse en la película.
¿Quiénes participaron en el consumo y distribución?
Van Dyke Parks, encargado de la música en el filme, también habló del contexto en entrevistas previas. Recordó que el productor Robert Evans —quien tenía un historial de adicción— casi fue detenido en el aeropuerto por llevar equipaje lleno de cocaína.
Además, Parks compartió una anécdota reveladora:
“Fui el héroe del regimiento por abrir un walkie-talkie para cambiar la batería y encontrar una bolsa de cocaína. No recuerdo cuánta había ni a quién se la di. Pero sí recuerdo que me sentí incómodo, porque sabía que influiría en el comportamiento de la gente y en las dificultades de la producción”
Evans, quien también produjo clásicos como El Padrino y Chinatown, fue arrestado por tráfico de cocaína mientras Popeye aún estaba en postproducción. Más tarde, su expediente fue limpiado, pero él mismo se refirió al hecho diciendo:
“Bob ‘Cocaine’ Evans es como seré conocido hasta la tumba”.